Hoy estamos aquí por ellas y por mucho más. El martes pasado, 18 de mayo, la titular de este Ministerio de Igualdad subía a la tribuna del Congreso para lamentar los asesinatos por violencia de género, al mismo tiempo que insistía en contemplar el género como identidad esencial. No se puede gobernar desde la absoluta incoherencia que supone esto. No es posible que el género sea causa de la desigualdad, por tanto algo a erradicar, y a la vez algo identitario a proteger. Llevar este absurdo a la legislación, como ya se ha hecho en las comunidades autónomas, supone destrozar los precarios avances que el feminismo ha logrado en materia de protección jurídica de las mujeres. Una protección específica por razón de sexo, encaminada a paliar la desigualdad y la violencia patriarcal sobre nosotras, las mujeres.
Recordamos, a la Ministra Irene Montero, al Presidente del Gobierno Pedro Sánchez, a todo el Gobierno y a los partidos de la oposición, que el género son estereotipos, roles sexuales y expectativas sociales, en definitiva la ideología que asegura la subordinación de las mujeres ante los hombres. El género no es una identidad, es el arma del patriarcado contra las mujeres.
Si cualquiera puede ser varón o mujer con solo afirmarlo, ¿a quién protegerán la ley de igualdad o contra la violencia machista? Sin estadísticas veraces, ¿en qué datos se basarán las políticas públicas? ¿Cómo sabremos si una lista es paritaria, si la mera voluntad cambia el sexo legal? Acaba de ocurrir en México y con este tipo de leyes en la mano, los jueces no pueden impedirlo. Esto es un ataque frontal a los derechos de las mujeres que se está dando en todo el mundo. Afecta a multitud de ámbitos, ya que vulnerará la seguridad y la privacidad de las mujeres y las niñas en los espacios privativos o de seguridad, muchas de ellas especialmente vulnerables: desde los vestuarios de las adolescentes a los centros para violadas o maltratadas, módulos femeninos en prisiones, residencias de mayores. Supondrá la destrucción del deporte femenino como un juego limpio, convirtiéndolo en deporte mixto.
Las mujeres estamos hoy viviendo una ofensiva histórica contra nuestros derechos, ¡pero esta vez la embestida nos viene de quienes se llaman “de izquierdas”! Nos viene de quienes utilizaron nuestro movimiento para colocarse en el Gobierno. Tras un debate parlamentario bochornoso, entre la manipulación y la propaganda, no se admitió a trámite el último proyecto legislativo para la autoidentidad legal del sexo, pero sigue en la agenda de esta Ministra y por tanto de este Gobierno. Una ley que, bajo el pretexto de defender a colectivos vulnerables, pretendía establecer, sin límite alguno, la ficción de que los hombres puedan registrarse legalmente como mujeres. Una ficción jurídica que ya está recogida en nuestro país desde 2007 y que ahora se pretende ensanchar a cualquier varón que lo desee, abriendo de par en par las puertas al uso espurio de la norma.
Hemos asistido atónitas a un carrusel de intervenciones en la sede de la soberanía popular, sin datos ni argumentos de razón. Alguno nos habló de hadas y magia, otro hizo juegos de palabras con el nacionalcatolicismo, otro nos enfrentó a tautologías como “ser quien se es”, como si “el ser” estuviese en disputa, y no lo que está en juego: la veracidad del registro civil, los derechos de las mujeres, de las personas homosexuales, la protección de los menores, la libertad de expresión y de conciencia. Una izquierda desnortada ha visto en estos discursos la forma de erigirse en promotora de falsas “políticas sociales” a coste cero. Ver a la izquierda envolver en toneladas de azúcar la amarga verdad de los roles sexistas, mientras la ultraderecha nos ataca manipulando algunos de nuestros propios argumentos para sus fines oportunistas, es un triste y peligroso espectáculo.
El transactivismo tiene a su servicio partidos, instituciones, leyes autonómicas, series de televisión, premios ladrillo o altavoces en los medios. Nosotras solo tenemos este megáfono para decir la verdad y defender nuestros derechos, atrapadas en esta pinza entre el patriarcalismo de rancio abolengo y el patriarcalismo de la purpurina. Vivimos un clima de intimidación y amenazas, nos cancelan socialmente, nos insultan incluso en la televisión pública, inician persecuciones judiciales. ¡Este Ministerio de Igualdad, que se logró gracias a la lucha feminista, no defiende a las feministas! ¿Cómo puede la Ministra plantearse aprobar esta ley sin consultar con grupos de mujeres?
Pero hay más. La Ley Zerolo también contribuirá a esto. El borrador de Ley LGTBI pretende prohibir de facto cualquier acompañamiento terapéutico para la disforia que no afirme y promueva la transición. Bajo la consigna de la “despatologización”, de aprobarse creará un clima de inseguridad entre los profesionales de la salud mental. Además, el proyecto permite el uso de bloqueadores de pubertad en la niñez, sin especificar la edad. Los bloqueadores afectan de forma irreversible al crecimiento y a la densidad ósea. La casi totalidad de menores que los toman pasarán luego a ser medicados con hormonas cruzadas, poniendo en juego su salud y su sexualidad futura. ¡El feminismo no quiere ser cómplice de un experimento médico con menores a gran escala! En el Reino Unido o Suecia, la experiencia clínica ya está advirtiendo que con el abordaje terapéutico, que ayuda a los menores a aceptar su propio cuerpo, más del 80% de ellos desiste al llegar a la adolescencia.
Las feministas sabemos muy bien cómo el género daña. Un niño, con el pelo largo o corto, vestido de lo que sea, es un niño. Una niña que regatea con un balón o trepa a un árbol, es una niña. Somos los adultos quienes deberíamos revisar por qué las criaturas entienden que algo no va bien si no cumplen las expectativas. El problema es la sociedad sexista, no ellas. ¡Dejen a la infancia en paz!
El otro gran objetivo es criminalizarnos por nuestra libertad de conciencia y expresión. Convertir la crítica a la llamada “identidad de género” en una falta administrativa significa perseguir por ley el pensamiento feminista. El feminismo es por definición abolicionista del género. ¡La Ley LGTBI será una nueva Ley Mordaza!
Los cuerpos no se equivocan, se equivoca la doctrina queer que sustenta ideológicamente el transactivismo. Una doctrina que no es marginal, sino que viene directamente de los centros académicos y de poder, en alianza entre el neoliberalismo más salvaje y este patriarcado 2.0. Es imposible nacer en un “cuerpo equivocado”, no somos carne y espíritu, esa es una idea religiosa y reaccionaria. Somos materialmente seres sexuados, y eso no debería marcar nuestro destino social. Por eso la doctrina queer es irracional y también antifeminista. Toda esta ceremonia de la confusión y los caballos de Troya en el movimiento feminista no hacen sino desviar el foco de la verdadera agenda feminista para esta cuarta ola, que es global, que es nuestra y que no va a parar.
Las feministas somos abolicionistas, como lo eran nuestras ancestras sufragistas. Los objetivos del feminismo no se desviarán nunca de la equidad plena y real entre mujeres y hombres en cuanto a renta, representación o reconocimiento social; ni de la lucha contra la violencia sobre nosotras. Estamos aquí contra la mercantilización de las mujeres en el sistema prostitucional, contra la misoginia de la industria pornográfica que erotiza la agresión sexual, contra la explotación reproductiva. La crisis sanitaria que estamos padeciendo ha golpeado con especial dureza a las mujeres, aumentando la desigualdad en todo el planeta. Según Naciones Unidas, dos tercios de puestos de trabajo perdidos a causa de la pandemia eran femeninos. A las mujeres en la economía sumergida, que son la mayoría de ella, no les llegan las ayudas. Solo en nuestro país, la tasa de desempleo es, en este momento, cuatro puntos mayor para las mujeres. La pandemia evidencia y agrava la desigualdad en los cuidados: se necesitan políticas públicas que acaben con las dinámicas patriarcales.
Por nacer mujeres, el patriarcado condiciona nuestra vida incluso desde antes de dejar el útero materno. Nuestras vidas enteras están condicionadas por ser humanas de sexo femenino, somos el sexo oprimido material, histórica y colectivamente. Sexo y género son parte de un mismo sistema. Nadie elige su género, porque no se elige la socialización impuesta a su sexo. Romper estereotipos es positivo, pero no convierte a nadie en mujer. Nos solidarizamos con todas las personas que sufren violencia por cualquier condición, pero sufrir no convierte a nadie en mujer. Solo nacer con sexo femenino nos hace mujeres, lo demás es ocultar nuestra opresión, ¡lo demás es machismo!
Como dijo Audre Lorde: “nuestro silencio no nos protegerá”. Instamos a todas las mujeres a alzar la voz para defender sus derechos. El momento es ahora. No nos callarán. El terrorismo machista es cuestión de Estado. Las mujeres trabajadoras queremos empleos dignos. Exigimos el fin de los vientres de alquiler y la importación de bebés a la carta. La pornografía es una forma extrema de violencia sexual. Exigimos la abolición de la prostitución. ¡Ser mujer no es un sentimiento!